viernes, 19 de enero de 2018

Mares turbulentos, oscuros, profundos y carentes de bondad rodean y ahogan todo lo que tocan. Lo sumergen a latigazos dando golpes secos hasta astillar y convertir en polvo todo aquello por lo que luchaste para , a continuación, mirarte y sonreirte con esa sonrisa cínica del que disfruta y se siente superior solo por el hecho de haber hundido lo bueno realizado por otros.

Mares a los que declaré la guerra hace muchos años. Guerra que voy perdiendo desde el primer día pero con batallas en las que , aún saliendo derrotado, me hacen sentir vivo por no haber doblado la espalda, por no haber bajado la mirada, por haber podido asestar algún golpe que me ha permitido ver el temor en sus ojos y así confirmar que no son invencibles, que el miedo que veo es el mejor síntoma de su debilidad y que su única fortaleza es la que les da el ser muchos.

Mares que , en el fondo, me dan pena porque nunca estarán tranquilos mientras yo permanezca en pie y que , sin embargo,  no me quitan el sueño porque su fortaleza es mi motivación y aunque se que nunca los derrotaré también se que , algún día, un buen golpe los hará algo menos numerosos.

Mares que vivirían muy tranquilos sin mi pero no se si yo sabría vivir sin ellos.