domingo, 18 de abril de 2010

Hoy

No hay palabras, ya no quedan, ni siquiera juntando todas las que existen y escribiendo libros enteros con ellas llegaría jámas a poder expresar lo que quiero, lo que pretendo, lo que intento decirte desde el primer día que te vi.
Ni con gestos, ni con caricias, ni con miradas. Las he utilizado todas y siempre queda dentro de mi la sensación de haberme quedado corto, de haber sido torpe, de que lo que tu te mereces es más , mucho más.
Las canciones , la poesía, los relatos, todo se convierte en ordinario al intentar dedicartelo a ti. Y sin embargo tu lo recibes, lo arrullas, lo abrazas como si de un tesoro se tratase.
Mi niña, el tesoro eres tu.
Princesa, mi regalo eres tu.
Mi inspiración, mi sosiego, mi arrebato, mi aliento, mi ser, mi tranquilidad.
Mi camino, irremediable y afortunadamante, hacia el tuyo se dirige y tu me esperas, me motivas y me animas porque los dos sabemos que el día que nuestros caminos se junten, ese día, el camino desaparecerá y ya no habrá camino, solo quedará caminar.

sábado, 17 de abril de 2010

Cuando retumban los arboles

Susurra como si no quisiera que nadie le oyera pero , a la vez, lo hace con voz firme, convincente y serena. No es que no quiera que nadie le oiga. Realmente lo que pretende es que el que quiera entender se esfuerce y ponga todos sus sentidos alertas para captar su mensaje.
El susurro es continuo, casi sin pausa pero no es monótono, tiene música, ritmo y una cadencia casi alegre.
Nadie que empiece a prestar atención es capaz de dejar de escuchar , incluso aunque no lo entiendan. Es casi mágico.
Un árbol que , por casualidad , pasaba a su lado, se paró a escucharle y al rato de hacerlo empezó a agitar sus ramas con insistencia. Se removía y retorcía con violencia intentando llamar su atención pero el susurro continuaba como si el árbol no estuviera allí.
Al rato, el árbol arrancó una de sus raices de la tierra y lo aplastó como se aplasta a un mosquito que amenaza con no dejarte dormir.
El susurro  se extinguió y el árbol continuó su camino.

miércoles, 14 de abril de 2010

Amanecí cansado, dolorido, un poco embotado y, sin embargo, con todos mis sentidos agradecidos y dispuestos a continuar aprendiendo para, a continuación, contarme lo aprendido y que así pudiera ser su portavoz.
Los escucho con atención, casi con devoción y admiración, sorprendido de lo mucho que tengo que aprender de ellos. Mis dedos vuelan a una velocidad tal, que me cuesta seguirlos. Mi corazón palpita con ansía de tantas cosas que tiene que contarme. Mi boca sonríe y arrastra consigo al resto de la cara. Mi vista recorre todo sin fijarse en nada concreto, buscando la esencia de todo cuanto acoje mi existencia. Mi olfato, desentrenado de tantos años sin utlizarlo, intenta ponerse a la altura del resto. Mi cabeza intenta ordenarlo todo pero sin mucho afán. No es importante el orden.
Y mientras todo eso ocurre, mientras mi desenfreno bulle por todos los poros, por todos los recovecos de mi cuerpo, ella me susurra y regala mis oidos.
Su cuerpo, su mirada, su sonrisa, su compañía, su aliento. Toda ella me susurra con dulzura su inquebrantable amor, su infinita paciencia.
Su encantador buen humor me tranquiliza y sosiega en todo momento. Siempre, con brillo en los ojos, me recibe cada vez que la busco, la encuentro cada vez que la necesito, me enamora con sus palabras y me encandila con sus silencios.
Mis cansados pensamientos adquieren nuevas fuerzas al encontrarse con los suyos. Se alimentan, se renuevan y rejuvenecen.
A veces me sorprendo recordandola, otras la veo y la toco aún no estando a mi lado. La abrazo, le hablo, le susurro, la miro y admiro y ella me sonríe y con un leve gesto de cabeza afirmativo me dice que está conmigo, a mi lado.
Y lo mejor de todo es que no es un sueño o quizás si, pero es un sueño muy real del que no quiero despertar, del que no voy a despertar porque nunca antes había estado tan sobrio, tan sereno, tan despierto.
Ahora conozco el olor, el sabor, el tacto y el sonido.
Ahora se volar sin despegar los pies del suelo, se nadar sin mojarme y puedo saltar sobre la hoguera sin quemarme.
Un día, cualquier día, en cualquier momento conseguiré decirle todo lo que significa para mi pero mientras lo intento sin conseguirlo le diré, torpe pero intensamente : TE QUIERO.


Para la princesa de mis sueños encantados.