Susurra como si no quisiera que nadie le oyera pero , a la vez, lo hace con voz firme, convincente y serena. No es que no quiera que nadie le oiga. Realmente lo que pretende es que el que quiera entender se esfuerce y ponga todos sus sentidos alertas para captar su mensaje.
El susurro es continuo, casi sin pausa pero no es monótono, tiene música, ritmo y una cadencia casi alegre.
Nadie que empiece a prestar atención es capaz de dejar de escuchar , incluso aunque no lo entiendan. Es casi mágico.
Un árbol que , por casualidad , pasaba a su lado, se paró a escucharle y al rato de hacerlo empezó a agitar sus ramas con insistencia. Se removía y retorcía con violencia intentando llamar su atención pero el susurro continuaba como si el árbol no estuviera allí.
Al rato, el árbol arrancó una de sus raices de la tierra y lo aplastó como se aplasta a un mosquito que amenaza con no dejarte dormir.
El susurro se extinguió y el árbol continuó su camino.
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