El 12 de Octubre de 1492, Rodrigo de Triana gritó : ¡Tierra a la vista!
Había terminado una de las singladuras más conocidas de la humanidad.
¡Es el sueño de todo navegante!. Llegar al final del trayecto, encontrar el puerto, su puerto, para una vez allí , volver a embarcarse hacia otro puerto y así , sin rumbo fijo, seguir buscando esa tierra prometida a la que una vez que se llega, descansar en unos casos, conquistar en otros y destruir la mayoría de las veces.
Nos pasamos media vida luchando por conseguir nuestro objetivo y la otra media arrepintiéndonos de haberlo logrado y no tener ya nada por lo que luchar.
Y entonces ¿Para qué tanta lucha?.
No quiero encontrar tierra, quiero seguir navegando indefinidamente por el puro placer de navegar. No hay objetivo que conseguir más que el día a día en el mar.
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