Le di vueltas sin parar, sin intención de marearlo, sin intención de hacer daño, solo quería darle vueltas y vueltas y más vueltas intentando ver todos sus rincones, sus ranuras, sus imperfecciones, sus subidas y bajadas y disfruté.
Disfruté viendo lo mismo una y otra vez, recreándome en cada uno de sus detalles, imaginando cómo sería si no fuera así, imaginando lo que podría haber sido y no era pero , a la vez, alegrándome de su estado actual , imperecedero, eterno, reconfortante e intrigante al mismo tiempo.
Lo toqué , lo palpé, lo olí, lo puse lejos para admirarlo sin ver los detalles, lo acerqué y comparé las dos visiones para fundirlas en una sola. Lo puse en un sitio y luego en otro y , más adelante, lo volví a cambiar. Lo admiré y lo sentí dentro de mi profundamente.
Pero , infiel , abrí otro libro y mi admirado tomo pasó al olvido para empezar a adorar al siguiente.
A veces cuando recuerdo mis pasados amores vuelvo la mirada hacia ellos y les demuestro que en mi corazón siguen estando aún no demostrándolo.
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Los libros al igual que los amores, cuando se leen para descubrirlos, un poquito de ellos se queda dentro. Da igual que el texto se haya terminado, porque nos hemos quedado con su esencia.
ResponderEliminarun saludo