Si en un árbol te hallaran, todas las hojas hacía ti se volverían.
Al principio buscando la forma de, a la intrusa, expulsar,
aquella que su paz ha molestado y, con sus gorgojos, enturbiado,
pero luego, pasado el susto inicial, intentando encontrar
la manera de, en sus ramas, acogerte y envolverte
y que en ningún otro árbol, jamás, te volvieras a posar.
Si las hojas tardasen en verlo, volado, ya habrás
y si muy rápido lo hicieran, igualmente, al asustarte, partirás.
Afortunado el árbol que, en su justo momento, te haya logrado enamorar .
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En primavera seguro, con las ramas florecientes y cálidas.
ResponderEliminarUn saludo