No sopla viento ni crujen las ramas.
No llora por nadie el ciprés ni se lamenta la morera de su soledad.
Todos han olvidado por una vez sus torpezas y sus arrugas y solo esperan el momento de la vuelta.
El momento en el que se abra la puerta y marque el principio de la fiesta.
Nilo cantará el cumpleaños feliz con su ronquera y falta de entonación habitual pero que lo hace con tanto entusiasmo que no se notará.
Los limones empezarán a moverse al compás y seguro que alguno, más torpe de la cuenta, se caerá rodando mientrás otros le dicen que no disimule. Que lo ha hecho aposta para tener más protagonismo.
El prunus, tan serio él, hará ligeros movimientos pero sin muchos aspavientos no vaya a ser que algún vinagrillo crea que se le puede perder el respeto. Hoy lo hace pero cuidado que a él nadie se le sube a las barbas. Los cipreses sonreiran esperando que ella se de cuenta que están más tiesos que de costumbre intentando impresionarla con su porte y gallardía y la morera intentará que un nuevo brote salga disparado hacia el cielo para que sepa que ya, que ya está llegando y lo hará como lo hace todos los años.
Habrá baile de hojas y ramas y la piscina ofrecerá cocteles a todo el que quiera asomarse mientras la tortuga tocará la batería como si no hubiera un mañana.
Y todo esto lo harán casi sin hacer ruido. De una forma pausada, tranquila, como solo ellos saben hacerlo y sin esperar nada a cambio porque saben que el resto del año están siendo cuidados, alimentados y mimados y ahora, hoy, les toca a ellos tener un pequeño gesto de agradecimiento.
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