miércoles, 3 de marzo de 2010

Una luz apareció en el horizonte.
Empezó a iluminar con tal fuerza e intensidad que deslumbraba a todo el que osara fijarse en ella.
Todos la admiraban, le escribían poemas, la pintaban de mil colores pero nadie se le acercaba.
El miedo a quemarse era tan grande que preferían imaginar y soñar con ella antes que correr el riesgo de intentar descubrir su verdadera naturaleza.
La luz permanecía. Unas veces calentaba, otras parecía apagarse para a continuación mostrar destellos de mil colores. Se paseaba por los campos, recortaba las montañas , surcaba los ríos y saltaba sobre las olas.
El tiempo pasaba y nadie parecía preocuparse por la luz.
La veían tan imponente, tan majestuosa, tan espléndida que no parecía necesitar nada ni a nadie.
Todo siguió igual durante años hasta que un día la luz desapareció del horizonte.

Tiempo después un campesino , al volver de su trabajo en el campo, cansado y con pocas ganas de hablar decidió cambiar su habitual camino y tomó un sendero por el que nunca antes había ido.
El sendero no era precisamente un camino cómodo, estaba lleno de piedras, mal cuidado y los obstáculos que se iba encontrando le hacían tropezar continuamente.
Cuando ya llevaba un buen trecho recorrido vio en una ladera del camino a la luz. Ël nunca antes la había visto, ni siquiera había oido hablar de ella.
Se acercó, la contempló y acercó una mano para tocarla. Al hacerlo un relámpago de satisfacción recorrió su cuerpo.
Esa luz no era realmente una luz. Era un ser. Un ser que irradiaba energía por todos sus poros. Un ser encantador, conversador, lleno de alegría y de melancolía a la vez. Un ser con una inteligencia fuera de lo normal. Un ser con infinidad de cosas por enseñar y sediento de aprender pero un ser solitario.
Se había pasado toda su vida mostrándose con la intención de encontrar a alguien que quisiera compartir con él esa sabiduría, ese hambre de conocimiento.

A partir de ese día el campesino ya no podía pensar en otra cosa. Necesitaba el contacto con la luz, verla, escucharla, contemplarla y , a la vez, contarle sus pensamientos más íntimos, contarle su vida, sus proyectos, sus anhelos.
Lo que el quería era poder encontrar un proyecto, el proyecto, que a partir de ese momento pudiera convertirse en algo común, una ilusión de los dos. Sabía que a partir de ese momento ya nunca se sentiría solo pero ¿Cómo hacer que la luz sintiera lo mismo?.
No conocía la formula para conseguirlo y tampoco la buscaba. Por el momento se limitaba a disfrutar de su compañía, sin pensar en el futuro, solo viviendo el presente y disfrutando de él.

Un día la luz le comunicó que necesitaba permanecer un tiempo escondida, apartada de todo. Necesitaba aclararse, entender lo que le estaba pasando y el por qué.
El campesino, lleno de tristeza, lo entendió y respeto su decisión.
Todos los días iba al camino y, a distancia, observaba y buscaba a su luz. No quería acercarse para no molestarla con su presencia, solo esperaba ver algún día, de nuevo , ese brillo que tanto echaba de menos. Sabía que tarde o temprano volvería a verla. Lo que no sabía era como la encontraría pero no le importaba, con volver a verla le era suficiente.
Mientras tanto su recuerdo le llenaba de alegría y satisfacción por haber encontrado, por fin, lo que llevaba deseando encontrar durante toda su vida. Conocer el amor verdadero.

Pasó el tiempo y el siguió fiel a su cita en el camino y así estuvo haciéndolo , día tras día.

Una tarde, conforme se iba acercando, notó algo diferente. No veía la luz, pero algo le decía que esa tarde no era como las demás. El aire era diferente, más puro, más limpio. Los ramas de los arboles se movían de forma armoniosa, tranquila, parecían contentos.
Lo sabía. Eso solo podía significar que su luz había vuelto.
La vio.
Allí estaba, sonriente, tranquila, esperándole.
Se acercó a ella y ella se acercó a él.
Ella le dijo : "Fuiste el primero que quiso conocerme tal cual era. Fuiste el primero en darme auténtica esperanza de poder ser como soy sin que ello supusiera un problema. Eres el primero que ha sido capaz de esperarme, sin pedir explicaciones, sin impacientarse.".
Y él le respondió : "No se si seré el primero. No se si seré el último. Lo único que se es que , aquí y ahora, tu eres la única y espero que eso siga siendo así.
El tiempo no es tiempo contigo, pero sin ti se hace insoportable y sin embargo, al volverte a ver, parece que fue ayer cuando nos vimos por ultima vez. Tu eres tu y eso es exactamente lo que yo quiero. No quiero un reflejo de ti, no quiero una imagen distorsionada de tu realidad.
Yo te quiero a ti con todo lo que tu eres y significas."

Se cogieron de la mano y dando un paseo se fueron adentrando en el bosque.
Esa fue la primera separación , no fue la última, pero ninguna de ellas provocó la más mínima duda entre ellos.
Se querían, se amaban y se respetaban.

A la princesa de mis sueños encantados.

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