Subió a lo más alto del monte.
Lo de más alto es una forma de hablar porque altura, lo que se dice altura, no tenía mucha pero si la suficiente como para poder ver desde allí todos los alrededores y como el día estaba muy despejado la vista alcanzaba a ver a varios kilómetros de distancia.
Observó varios montes más altos que el que ahora le sostenía y pensó que en la próxima escapada subiría a uno de ellos. Se veía el mar, la ciudad, las carreteras, los senderos que subían y bajaban e iba planeando cual sería la mejor ruta para recorrer todo aquello.
No quería preguntar a nadie. Quería probar por su cuenta e ir averiguando por si mismo la dificultad del terreno, el tiempo que le llevaría e incluso si sería posible o no. De hecho a ese sitio había llegado casi por casualidad y sin saber muy bien a donde iba.
Cuando ya llevaba un rato observando a lo lejos y cavilando sobre sus próximas aventuras bajó la mirada y empezó a fijarse en lo que había bajo sus pies o a unos pocos metros de distancia y descubrió que el sitio en el que estaba era mucho más bonito de lo que le había parecido al llegar así que empezó a recorrerlo despacio , fijandose en cada detalle hasta que , poco a poco, fue olvidandose de esos montes lejanos que tanto le habían absorbido su atención apenas unos minutos antes.
Sabía que , por el momento, no iba a volver allí. Sabía que en la siguiente ocasión iría a uno de esos sitios que había observado en la distancia pero también sabía que algún día no muy lejano volvería a visitar ese sitio.
Su primer sitio.
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