Lo siento Gustab.
Lo he intentado con todas mis fuerzas (bueno, casi) pero no ha habido manera.
Le he puesto ganas, intención pero, en cada ocasión, lo único que salía era un bodrio en el que los dos acababan haciendo de todo menos el amor aunque, creo que no era ese el objetivo ¿o si?
La falta de práctica lo oxida todo así que, y si encima soy virgen... pues.
Pero, casi que, te prometo que la próxima vez lo mismo sale algo.
Para que veas que lo he intentado voy a poner uno de los petardos que me ha salido y verás porque esto no es lo mío.
Sin prohibiciones no hay erotismo.
Manolo, ¡Te he dicho que no! – Había hasta enfado en la forma de decirlo y, Manolo, no lo entendía.
Tampoco le había propuesto nada del otro mundo. Solo un poquito por aquí, un poquito por allá, ponte esto, metete aquello, pero… no había manera.
Es que…hacer siempre lo mismo.
Lo único que pretendía era darle un poco de sal, de chispa a una relación que ya duraba 25 años y que, a base de hacer siempre lo mismo, empezaba a hacerse de memoria, casi con automatismo.
Zasca, dale, dale, dale y… fiussss. Se acabó.
Y, el caso es que, a ella, no parecía gustarle esa monotonía porque nunca parecía demasiado motivada, pero…
Mira, vamos a hablar – le dijo él – Creo que, si intentamos hacer algo diferente, algo nuevo, será fácil recordar como estábamos al principio. ¿Te acuerdas?...
Si, claro que me acuerdo – le interrumpió ella – y también recuerdo que siempre te decía que no y cada vez que lo hacía, tú, parecías tener más ganas. Incluso llegaste a reconocer que mis negativas te ponían. ¿Lo recuerdas? Pues eso… que no Manolo, que no. Que sin prohibiciones no hay erotismo así que … te vas a hinchar.