No tenía forma de contactar con ella.
Los teléfonos indispuestos,
los ordenadores en huelga de hambre,
y los elementos mirando cada uno hacia un lado.
Necesitaba hablarle, contarle que la seguía queriendo,
que lo único bueno de su vida seguía siendo ella.
Así que se concentró,
prolongó su corazón hasta su mente,
su mente hasta su corazón,
y los dos juntos consiguieron tal fuerza
que viajaron por el espacio y por el tiempo
hasta encontrarla y decirle : Te quiero.
A mi princesa de mis sueños encantados.
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