viernes, 8 de enero de 2010

Una vida (II)

Se adentró en el bosque.
Esta vez no tenía un objetivo definido, ni siquiera sabía si en aquel sitio encontraría algo que justificara su incursión.
A fuerza de costumbre, su andar era sigiloso, cualquier sonido fuera de lo común le ponía en guardia.
Observaba cualquier detalle que pudiera delatar la presencia del enemigo por los alrededores. Un sonido, un olor, un claro, un movimiento, cualquier cosa podía significar el fin de sus días si no estaba atento a ella.
Las horas pasaban y aún, no encontrando nada que le indicara otra presencia humana diferente a la suya, sabía por experiencia que eso no era posible.
Al llegar cerca de un arroyo escucho un ronroneo.
Se paró en seco pero con suavidad.
Buscó el objetivo. Lo encontró. Se parapetó.
Apuntó a la única silueta que había. Era solo uno intentando poner en marcha un vehículo atascado en el camino que bordeaba el arroyo.
Se disponía a apretar el gatillo cuando algo lo detuvo.
Había reconocido algo familiar en esa silueta.
A partir de ese momento nunca volvería a acercarse tanto. Dispararía desde más lejos para evitar que le volviera a pasar lo mismo.
Si permitía que sus siluetas se convirtieran en personas no podría hacer su trabajo y su trabajo estaba por encima de cualquier otra consideración.

1 comentario: