Redonditos pero no circulares, se mueven y cambian según su estado de ánimo. A veces acompañan duros y amenazantes, otras se vuelven alegres y graciosos pero nunca permanecen impasibles.
En ocasiones, en momentos de concentración casi desaparecen para ayudar con todas sus energías a la labor de su cabecita. Cuando está contenta sobresalen llamando la atención, queriendo participar de la fiesta y reclamando su parte, su protagonismo y lo hacen con tal gracia que lo consiguen. Ya lo creo que lo consiguen y si no se convierten en los reyes de la fiesta es porque su mirada también pelea por ese puesto y siempre sale ganadora con permiso de su boquita que con esa sonrisa ilumina la estancia.
Aún así, aunque no sean los ganadores, aunque la gloria siempre se la lleven los ojitos y su boca siempre guardo un lugar especial para ellos, un premio que solo ellos conocen y que me lo agradecen de tal forma que mi predilección por ellos va en aumento día a día.
Algún día, en alguna ocasión caeré en la tentación de robarselos a su dueña y cuando eso ocurra como ella no se querrá separar de ellos no le quedará más remedio que venirse a mi lado, aunque solo sea por no perderlos.
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