martes, 10 de noviembre de 2009

Acordándome de una amiga me vino a la mente una película que en su día me gustó mucho.
Trataba sobre una pareja víctima del maleficio de un hechicero.
El hechizo provocaba que él , al ponerse el sol se convertía en lobo y ella, al amanecer, justo cuando él recuperaba su forma humana, se convertía en halcón.
Durante el día ella volaba vigilante para avisarle de cualquier peligro y durante la noche era él el que merodeaba alrededor de ella para velar su sueño.
Nunca llegaban a coincidir los dos en su forma humana.
En la película hay una escena en la que se ve el momento del amanecer, justo cuando ella empieza a convertirse en halcón y él , recupera su forma humana.
Durante unos instantes parece que sus dedos van a tocarse y así conseguir esa unión anhelada.
No se por qué motivo esa escena siempre me traía a la mente uno de los frescos de la Capilla Sixtina. Ese en el que Dios alarga su mano y tocando con su dedo la mano de Adán le da la vida.
Es una extraña asociación de imagenes pero creo que ya empiezo a entenderla.
El contacto con Dios es tan improbable como la unión perfecta con la persona amada.

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