Todo se movía a su alrededor, las sillas, la mesa, la lámpara daba vueltas como una peonza, los papeles no sabían estarse quietos en su sitio y nada, absolutamente nada permanecía mas que unos segundos sin revolotear.
A veces, como si lo hicieran para recuperar el aliento, permanecían en calma durante unos instantes pero apenas se daba cuenta de ello, volvían a empezar su baile sin orden ni concierto.
Él , sin embargo, estaba inmóvil. No parecía darse cuenta del caos que lo rodeaba. Ni siquiera miraba los vuelos a un lado y otro de la habitación de objetos que , si le llegaban a golpear, le podrían hacer mucho daño.
Y así pasaba las horas, los días, las semanas, inmóvil, ajeno a todo.
Y quizás era lo mejor.
Si algún día llegase a reaccionar y se diera cuenta de lo que le rodeaba, es posible que no fuera capaz de asimilarlo.
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