Como pudo llegó al centro del recibidor.
Desde allí podía ver los tres regueros de sangre que había dejando en su deambular de una lado para otro.
Empezó a buscar con la mirada recorriendo toda la estancia a ver si lo que buscaba con desesperación estaba a simple vista y....
¡Alli estaba!.
No estaba oculto. Nada lo tapaba. Apenas cuatro metros lo separaban de su anhelado tesoro.
Pero no tenía fuerzas.
Ya no podía más.
Se tumbó boca arriba para intentar recuperar algo de aliento y así poder cogerlo y salir de la casa.
Poco a poco fue cerrando los ojos.
Los cerró del todo.
Y nunca más volvió a abrirlos.
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Espero que no volviera a abrir los ojos, pero dentro de la casa, pues me queda la esperanza de que, alguien lo ayudara y después los abriera y que se llevara el tesoro anhelado. Por mucho que se sufra, siempre busco y espero un final feliz. Hml.
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