Desayunos artesanos IV

Aceptando la propuesta de Desayunos artesanos voy a contar algo que me pasó hace muchos años y que, en su momento, me hizo sentir como un auténtico imbécil pero que, con el tiempo, lo recuerdo divertido y con cariño.

"No recuerdo que edad tenía. Catorce, quizás quince, pero por ahí andaba y cogí el autobús para ir de Torrevieja a Cartagena.

En aquella época el viaje de 50 km. podía durar hora y media fácilmente porque tenía mil y una paradas. 

El caso es que en una de ellas se subió un chico marroquí de unos veintitantos, se sentó a mi lado y empezamos a hablar.

Él me contaba que trabajaba en la O.N.U. y que estaba muy contento con lo que hacía. 

Al escuchar el sitio dónde trabajaba se me pusieron los ojos como platos y empecé a bombardearle con preguntas. Qué si conocía a mucha gente de otros países. Qué si se había encontrado con alguno de los dirigentes mundiales. Qué cómo había conseguido entrar allí. Y cómo es que ahora estaba allí, en España y montándose en un autobús.

Sus respuestas no me parecían demasiado congruentes. Entre que no hablaba demasiado bien español y que lo poco que entendía no me parecía muy lógico pensé  "Este se ha tomado unas cervezas y claro. Además estará hasta el gorro de preguntas como las mías" pero, aún así, continué con la conversación muy interesado por saber como era aquél mundo completamente desconocido para mi.

Reconozco que estaba empezando a mosquearme con sus respuestas pero todo lo que pensé es que no me hacía ni puñetero caso y que él solo quería contarme lo contento que estaba y lo bien que le iba en la O.N.U.

Ya llevábamos casi tres cuartos de hora con ese dialogo de sordos cuando me dijo: "Ya he llegado. Yo me bajo aquí, en la O.N.U.".

Miré y... era el pueblo de La Unión  ... cuando lo recuerdo, todavía se me pone cara de tonto."