Cloacas interminables desembocando en otras aún más nauseabundas cuyo olor, por poco que te acerques , espanta, revuelve y quita las ganas de volver siquiera a de lejos mirarlas.
Llenas de inmundicia, de los restos putrefactos de años de deposiciones mal digeridas y peor expulsadas pero rociadas de mucho perfume, colonias y papeles de colores para disimular lo que de verdad esconden.
Y funciona porque se regodean en ellas, se revuelcan y disfrutan como cochinos en la pocilga esperando al siguiente primo que se acerque para rociarlo, llenarlo de arriba a abajo hasta tal punto que por vergüenza no se atreva a salir y con ellos se quede.
El más guarro es el rey de la alcantarilla y se pavonea como si recien lavadito estuviera mientras el resto lo aplaude ya que cuanto más lo hagan menos se notan a si mismos el hedor que desprenden y van desparramando allá donde aparezcan.
Y ¿Qué hago yo?.
Nada.
Miro y participo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario